Cuarenta familias productoras del distrito de Cristo Nos Valga (Sechura) participan en experiencias piloto del cultivo de ají para el mercado internacional, con alta demanda y precios estables.
Esto, en el marco del programa Empre Rural que ejecuta Miski Mayo, y que tiene como objetivo mejorar las actividades económicas propias de la provincia de Sechura, entre ellas la agricultura familiar.
Como parte de la experiencia, productores de los caseríos de Chutuque, Malavida, Los Jardines, Belizario y El Barco instalaron diez parcelas demostrativas de ají, de las variedades Habanero Rojo y Carolina Reaper, que cuentan con alta demanda principalmente en Estados Unidos.
“Hemos logrado sembrar estas variedades de ají y comprobar que es factible hacerlo en esta zona y que es rentable. Es una buena experiencia para nosotros que estábamos acostumbrados a trabajar solo con cultivos tradicionales como el maíz, frijoles y el algodón», señaló Alex Morales Chunga, productor del caserío Los Jardines.
El agricultor comentó que para el próximo año proyectan ampliar la siembra e integrar a otros productores en esta experiencia, pues hay mercados para este cultivo.
Este proyecto, explicó Morales, les ha permitido aprender sobre el manejo del cultivo. “Ahora sabemos cómo sacar adelante nuestras plantaciones de ají, darles un adecuado manejo, y sabemos cómo controlar las plagas que puedan atacarlos”, enfatizó.
Compra asegurada
El proyecto incluye una alianza entre el programa Empre Rural y la empresa Pizca Food SAC, que es la encargada de asegurar la compra de toda la producción de ají a un precio fijo. Esta es una importante alternativa, considerando que la comercialización de algodón, maíz y frijoles, se realiza con precios muy variados, generando impactos negativos especialmente en los pequeños productores. A esto se suma al incremento constante de los insumos en especial de los fertilizantes.
La estrategia de intervención ha sido desarrollar experiencias pilotos del cultivo en varios territorios, con diferentes condiciones de suelo y agua, que ha permitido generar aprendizajes validados por los mismos productores, así como equipos de innovación y emprendimiento con grupos familiares, sobre la base de sus capacidades, habilidades, recursos y disponibilidad de tiempo.
A partir del conocimiento y aprendizaje experimentado los participantes del proyecto decidirán el modelo asociativo, las tecnologías específicas a emplear, y la propuesta de valor que agregarán a sus emprendimientos, que les permita escalar sus experiencias de un nivel piloto a uno comercial.